Volver al ruedo tras dos años y media de pandemia está siendo un poco más complicado, y está requiriendo adaptaciones y concesiones por parte de todas. El pasado lunes 4 de julio en Bilbao no fue una excepción con un festival que por momentos nos temimos que no sucedía.
Movida por las ganas de volver a mis queridos The Hellacopters me pegué el salto a Bilbao para ver los pasos de pato mareado de Dregen con su nueva escayola. Nada les frenó y nos dieron una descarga de su rock cañero que nos hizo bailar descaradamente. Los temas del nuevo disco suenan muy macarras en directo y eso me dio energía adicional, que me hacía falta tras haber pasado por el Barcelona Rock Fest.
La segunda banda que iba a conocer en directo eran los Weezer, pero desgraciadamente, mientras estábamos en el festival, nos enteramos de que no podía ser.
Así que acabamos por todo lo alto con Metallica y su retomado potente directo. En general el setlist me gustó, aunque algunos temas enlentecen el concierto a mi modo de ver. Lo peor del concierto el estropicio que me hizo sentir Lars en ‘Sad but true’, no encuentro que esa sea la mejor forma de tocarla, pero si a él le gusta así no tengo nada que decir. Lo mejor fue volver a ver a ‘Papa Het’ en forma, me había quedado un poco preocupada desde que vimos sus lágrimas cerrando la gira americana en Brasil en mayo. Al despedirse en esta ocasión me recordó un poco a la forma de mirar al público de Tom Araya en la gira de despedida de Slayer, como si quisieran que esas imágenes se grabaran en su memoria porque sospechan que se les pueden borrar o negar.
En resumen, otro día que valió la pena viajar, conocer gente, ver nuevos sitios y comer comida diferente, además de presenciar dos grandes conciertos de rock y metal.
Tras la huella del rock 